Votar o no votar, ese no es el dilema

Hablemos de Política, por Diego Martínez Sánchez
“Consummatum est”
De acuerdo al Evangelio de Juan, esta frase representa las últimas palabras de Jesús en la cruz, interpretada como su victoria sobre la muerte y el haber cumplido su misión por la redención de la humanidad. Traducido textualmente del latín al español, como: “Todo está consumado”.
Actualmente, se usa de manera común para decir que algo ha llegado a su fin: un proyecto, una historia, un proceso. O como en el caso de México, la destrucción de su sistema judicial por medio de la primera elección para renovar el Poder Judicial de la Federación a través del voto popular.
Un ejercicio que simula democracia pero encubre autoritarismo, absolutismo y un ataque directo a nuestro endeble Estado de Derecho. Retornando a los días dorados de la “dictadura perfecta”, como calificó el escritor Mario Vargas Llosa a los casi 100 años de gobiernos priistas. Donde el saqueo, el exceso, el abuso y la violación a los derechos humanos, fueron constantes.
Una meta que Morena busca superar. Y para ello, han dado el último golpe con la Reforma Judicial, una realidad que nos guste o no, debemos aceptar como primer paso para encontrar una manera de enfrentar.
Pero de manera activa y frontal. No con sumisión ni indiferencia, como lo proponen algunos grupos de “oposición”. Aunque sean ellos, los principales responsables de la situación actual.
El salir a votar o no, puede parecer intrascendente ante la posible –por evidente– elección de Estado que se vivirá el próximo primero de junio. Pero a diferencia de la votación que se emite para renovar al Poder Ejecutivo y Legislativo, la “renovación” del Poder Judicial es un hecho histórico del que somos parte tanto voluntaria como involuntariamente y repercutirá profundamente en nuestro sistema social.
Por lo que participar de manera activa sí puede hacer la diferencia ante la incertidumbre, el descontento y la imposición que representa este proceso. Plagado de irregularidades, corrupción e incongruencias.
No solo por lo complicado que será en términos logísticos y electorales, también por la cantidad de candidatos y candidatas que cuentan con el respaldo de gobiernos, empresarios, partidos políticos y hasta el crimen organizado. Como si estuvieran escogiendo a sus propios “verdugos”, que muy probablemente terminarán siendo sus bufones.
Votar o no votar, ya no es el dilema. Lo será el cómo nos enfrentaremos como sociedad organizada ante los muy probables abusos, excesos, omisiones y complicidades que cometerá el Poder Judicial Federal, porque si bien es cierto que tenía mucho por mejorar, eliminar la profesionalización de los jueces, magistrados y ministros, despreciando la importancia de la carrera judicial, no era el camino.
Sobre todo cuando las Fiscalías, instituciones en donde comienza la decadencia del sistema judicial mexicano, permanecen intactas. Empleadas como herramientas de sometimiento y control político en contra de adversarios y detractores.
Porque si algo ha representado al “Juarismo” de la Cuarta Transformación, es el viejo lema de “a los amigos justicia y gracia, a los enemigos, justicia a secas”. Máxima que indica la manipulación del Estado para la permanencia en el poder a través de la intimidación y el favoritismo.
Vieja herramienta que los gobiernos autoritarios suelen implementar como política pública general. Una que estamos comenzando a enfrentar. Sin importar si salimos o no, a votar.
Dejando como una decisión profundamente personal, el dónde queremos estar cuando se escriba este nuevo capítulo en nuestra breve historia nacional. Porque no todos las propuestas son malas ni todas las candidatas y candidatos están controlados por el poder, solo es cuestión de interesarnos, informarnos y elegir bien o el menos, por decisión propia.