Por Diego Martínez Sánchez 

Creyente o no creyente, la figura de Judas Iscariote es un símbolo de traición, vileza y ambición, características que podemos encontrar en más de un político que hoy busca disfrazarse de oveja para esconder su naturaleza y engañar al electorado a cambio de dinero y poder. Sin importar que para ello tengan que traicionar a sus aliados e incluso “vender a sus Maestros”. 

En la coalición Juntos Haremos Historia, que conformaba Morena con el extinto Partido Encuentro Social y el Partido del Trabajo; Salomón Jara y Benjamín Robles han sido señalados por sus propios compañeros de partido, como los mayores traidores al movimiento. No solo por el acaparamiento de las candidaturas a diputados locales, federales y presidentes municipales; también por haber fracturado la alianza que debiera respaldar la Cuarta Transformación del Presidente Andrés Manuel López Obrador, anteponiendo sus intereses personales y de grupo. 

En el caso de Salomón Jara Cruz, los militantes del Movimiento de Regeneración Nacional denunciaron la imposición de candidaturas por órdenes del legislador, quien según los simpatizantes de la Cuarta Transformación, administra el partido a través de Sesúl Bolaños, aunque este último al parecer también tiene un conflicto con el dos veces senador por Oaxaca, o al menos así lo hace notar un audio en donde el dirigente estatal de Morena sirve un buffet de insultos supuestamente al secretario particular de Jara Cruz. 

En el caso de Benjamín Robles, quien se adueñó del Partido del Trabajo y lo ha convertido en un prolífero negocio familiar, la militancia le reclama la imposición de su esposa, actual Diputada Plurinominal, en el puesto número uno de la lista para repetir en el cargo. A ello se suma la alianza que generó con el Partido Verde Ecologista de México a nivel local, la cual busca remplazar a Morena en la preferencia electoral, aunque pareciera no tener tan buenos resultados, ya que para ello debió sacrificar a su propio equipo y dejarlo fuera de las nominaciones para reclutar a varios aspirantes rechazados en el Movimiento de Regeneración Nacional, afectando severamente su estructura e incluso, su círculo más cercano. 

Efecto similar al que tuvo dicha coalición en el Partido Verde, pilotado por Pepe Estefan pero mal dirigido por el senador, Raúl Bolaños, cuya inexperiencia y ambición, lo han llevado a caer una y otra vez, en los engaños de quienes cree son sus “amigos”, olvidando a quienes lo llevaron al poder, buscando desesperadamente consolidar una alianza que le permita ser candidato a Gobernador de Oaxaca, proyecto que comparte con el padre del actual mandatario y que para muchos, no es tan descabellado.  

Por su parte, la alianza “Va por Oaxaca”, que integran los tres partidos más añejos del país, PRI, PAN y PRD, es un ejemplo de que en política todo es negociable y que nunca te debes confiar de nadie. Lección que pronto aprenderá el gobernador Alejandro Murat, quien de acuerdo a los priistas más “leales”, pidió que se recuperara el Congreso local a toda costa, instrucción motivada quizás, en que no se han aprobado sus últimas Cuentas Públicas y debe terminar su sexenio sin mayores contratiempos, claro, si es que insiste en la idea ser candidato presidencial. 

Pero parece que tiene más obstáculos de los que cree, empezando por su operador y confidente, Alejandro Avilés, quien busca desesperadamente ser el candidato del tricolor, a gobernador. Tarea que lo mantiene más ocupado que preocupado.

Así como al eterno dirigente del PAN, Juan Iván Mendoza, quién bloqueó a varias propuestas del primer priista del estado y consciente que sus candidatos no podrán derrotar a Morena, despreció a gran parte de su militancia permitiendo imposiciones en los pocos bastiones que mantenía el albiazul. 

En todos estos escenarios lo menos importante fue el bienestar y progreso de Oaxaca, siendo prioridad el acomodo de piezas previo a la contienda por la renovación gubernamental, en donde el PRI deberá entregar el bastión a Morena y seguir gobernando a través del Partido Verde, o conformar una alianza que les permita defender la última moneda de cambio del casi extinto Partido Revolucionario Institucional, aunque esto pueda afectar los intereses de la “familia oficial”. 

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