por Horacio Corro Espinosa

Todos hemos escuchado, o lo hemos dicho: ¡en mis tiempos fue mejor! Los papás, las mamás, los abuelitos, todos hablan de aquellos legendarios tiempos en que, se encontraban tesoros en las paredes de las casas viejas, y que la necesidad de comer se hacía por puro gusto, no por hambre. Eran aquellos tiempos cuando no había problemas.

Mucha gente cree que, en realidad, su tiempo pasado fue mejor. Puede ser verdad, pero cada quien habla de acuerdo a cómo le fue en la feria.

Los buenos tiempos han existido siempre. Lo que sucede es que, por añorar otros tiempos, dejamos pasar el tiempo actual sin darnos cuenta.

Hay mucha gente, principalmente los adultos mayores, que rechazan integrarse a los nuevos tiempos. Conozco un señor que terminó por cerrar su panadería porque se negó a modernizarse. Para él era un gasto y no una inversión comprar máquinas para la mayor producción de pan.

Muchos no apreciamos el buen tiempo de hoy. Puede ser que papá o mamá hayan sido felices, pero no menos felices como lo pudo ser yo o lo puedes ser tú. Nuestros abuelos, o bisabuelos tuvieron lo suyo, y por lo mismo no han disfrutado este tiempo.

El mundo que estamos viviendo es vertiginoso, pero tiene sus ventajas. Muchas, por cierto. Ventajas que no tuvieron nuestros padres ni nuestros abuelos. Hoy podemos conocer el mundo sin salir de casa, hablar con alguien a miles de kilómetros de distancia, enterarnos en segundos de lo que pasa al otro lado del mundo, guardar voces, imágenes y muchas cosas más.

Es cierto, vivimos en un mundo donde es muy raro sonreír, pero al mismo tiempo nos da la oportunidad de darle más valor a esa sonrisa, por eso la conservamos en nuestro aparato celular.

El mundo que nos tocó vivir es hermoso, a pesar de tanta contaminación, pero eso nos da la oportunidad de buscar la pureza ansiosamente, como se busca el oasis en los desiertos de los cuentos infantiles.

Aquellos tiempos eran sensacionales, y estos tiempos son maravillosos. Todos los tiempos, para toda la gente, para todas las generaciones, han sido  únicos, irrepetibles, luminosos.

Desafortunadamente estamos viviendo un tiempo donde el respeto al prójimo, a la autoridad, a los valores, a la vida y a lo ajeno, es la moneda más devaluada en nuestra sociedad.

Estamos viviendo dentro de un tiempo donde suceden los episodios más espeluznantes. Desde luego que la pérdida de respeto comienza, sin duda, en los hogares, y de allí se traslada a las escuelas y se irradia en las calles. Así es como se corrompen los tejidos morales y éticos. Hoy estamos lejos de aquello que modeló a la sociedad de nuestros padres y de nuestros abuelos.

Vamos a decir que el tiempo es un cuadro sin pintar y los pinceles los vamos a conseguir de acuerdo a nuestra manera de vivir, y lo que vamos a hacer sobre el cuadro, es el producto de nuestra forma de ser, no de la forma de ser del tiempo, porque el tiempo siempre será igual. 

Si ustedes observan, la vida de los animales siempre transita sobre el mismo tiempo, no así para nosotros.

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