Por Diego Martínez Sánchez

El otrora poderoso Partido Revolucionario Institucional enfrenta uno de los mayores retos en su historia, uno que de no superarlo, podría ser el principio de su fin. 

Con solo 11 legisladores federales electos por mayoría relativa, el PRI deberá luchar en el próximo proceso electoral para mantener las gubernaturas de Hidalgo y Oaxaca, o al menos no perder de una manera tan humillante. 

En el caso de Hidalgo, el gobernador Omar Fayad cuenta con un buen respaldo social, por lo que el tricolor se prepara para defender la plaza a “capa y espada”, en donde incluso la actual Secretaria General podría participar. 

Por otro lado, en el estado de Oaxaca, a cargo de Alejandro Murat Hinojosa, la historia parecía ser otra, y no solo por la derrota anticipada que han advertido los propios priistas, también por el posible candidato a modo que se posicionaba como la ofrenda muratista a la Cuarta Transformación y particularmente al presidente López Obrador. 

Sin embargo, algo cambió en los últimos días, y no solo fue el escenario que se podría suscitar con la imposición y posible fragmentación al interior de Morena, también llamó la atención los aspirantes que levantaron la mano para buscar representar al PRI en la elección a gobernador, y como ellos mismos lo han dicho, hacer que “continúe el milagro oaxaqueño”. 

Destacaron los nombres de Heliodoro Díaz Escarraga, experimentado político que con una amplia trayectoria, arrastra hierros difíciles de ocultar, situación similar a la de Eviel Perez Magaña o Hector Pablo Ramírez Puga, el primero actual dirigente del tricolor y el segundo, exdirector nacional de Liconsa, ambos posibles contendientes pero insuficientes para enfrentar a la “ola Morena”.

Al igual que Francisco Ángel Villarreal, quien intentó durante meses posicionarse en la mente del elector, derrochando recursos al por mayor, para que al final su designación muy posiblemente sea desechada dado el poco apoyo ciudadano que generó. 

Y aunque aún faltan varios por apuntarse, ya se asegura que de ser hombre, el candidato sería un personaje de entera confianza del clan Murat, pero que sobre todo, les ha entregado resultados en cada área y cargo que ha ocupado. 

Se trataría de Germán Espinosa Santibáñez, quien a decir de sus amigos cercanos, no acostumbra librar batallas que no puede ganar o al menos salir bien librado.

Es por ello que la posible selección de Espinosa Santibáñez como candidato del PRI a gobernador, podría ser un mensaje de que darán una lucha hasta el final, con o sin coalición, porque además de ser uno de los actores políticos con menores negativos en la lista, cuenta con una importante estructura a lo largo del estado, tanto en el sector público como privado. 

Con más de 25 años en diversos cargos públicos, operando detrás de bambalinas, Germán Espinosa podría dar al PRI el respiro que necesita para al menos, terminar un sexenio desastroso con un mínimo de “autoestima”. 

En caso de ser mujer, los nombres de Claudia Silva, Mariana Nassar y Eufrosina Cruz fueron los primeros en sonar, pero fue la exdiputada federal, Mariana Benitez Tiburcio, quien despertó mayores reacciones, tanto positivas como negativas, ya que mientras algunos grupos al interior del partido la ven como un obstáculo político, otros la impulsan como el mejor cuadro femenino del revolucionario institucional. 

Sin embargo, ante el creciente respaldo ciudadano al Movimiento de Regeneración Nacional, la hoy presidenta de la Cámara local, quizás no quiera arriesgar su curul y prefiera mantener su espacio en el Congreso. 

De cualquier forma, quien busque dar continuidad al gobierno de Murat Hinojosa deberá comprender al igual que el electorado, que hoy Oaxaca no es solo un estado más; se ha convertido en el punto de inflexión y referencia del éxito gubernamental en el plan de López Obrador, tanto en el combate a la pobreza como a la corrupción. 

Por ello, la militancia priista deberá decidir entre dos escenarios, entregar Oaxaca a cambio de impunidad para quienes habitan la cúpula del poder, o luchar y defender su bastión, haciendo honor a ese antiguo priismo oaxaqueño que se regía por lealtad y verdadera vocación, la cual fue remplazada por nepotismo y corrupción. Comprendiendo que aunque pierdan en las urnas, podrían comenzar a recuperar lo que quede de su partido y tal vez acompañar a su “líder” en una campaña presidencial. 

Al tiempo. 

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