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Por Diego Martínez

Avanza el proceso electoral para renovar la gubernatura del estado de Oaxaca, una entidad tan bella como caótica, en donde la riqueza natural, cultural y social, contrasta con altos indices de marginación, pobreza e indiferencia gubernamental. 

Sin embargo, en un panorama general, las opciones no parecen ofrecer un verdadero cambio o una “transformación” como pregonan algunos. Por el contrario, aparecen las mismas caras, nombres y apellidos que elección tras elección buscan mantener un espacio de poder que les permita continuar viviendo del erario a costa del progreso social. 

Por un lado los priistas oaxaqueños que intentarán recuperar un gobierno que ganaron en el 2016, pero que les fue arrebatado por el cacicazgo muratista, quienes los desplazaron para cumplir con los compromisos que adquirieron con los “poderosos mandamases” mexiquenses. Entregando el estado para un libre saqueo de sus recursos económicos y naturales. 

Y aunque el hoy gobernador dice apoyar al tricolor, la realidad es que ha negociado impunidad a cambio de entregar Oaxaca, por lo que hoy un voto para Morena, también es un voto para los Murat. Quienes repiten la misma fórmula del 2010 cuando apoyaron a Gabino Cué Monteagudo en busca de construir un proyecto que obedece a un interés personal, sin importar el daño que pudieran causar tanto a su partido como al Estado. Aunque falta ver si el candidato común del PRI-PRD acepta dicha condición.

Por el otro lado está Morena y su candidato, quien cuenta con un amplio respaldo social, político y económico, sin embargo enfrenta una férrea oposición interna que según los propios involucrados, cuenta con la venia de Palacio Nacional. Esto a raíz del distanciamiento entre el Presidente Andrés Manuel López Obrador y quien busca gobernar Oaxaca bajo el logo del Movimiento de Regeneración Nacional. 

A dicho conflicto se suma la presencia de varios exfuncionarios del gobierno de Cué Monteagudo, que se han unido a la campaña de quien fuera Secretario de Estado durante dicha administración. Lo que en lugar de sumar, le resta popularidad y aceptación ante el temor de regresar a uno de los peores gobiernos que ha tenido Oaxaca. Siendo la corrupción, la impunidad y la traición de dicha gestión, lo que permitió el regreso del PRI en el 2016. 

Pero pudiera haber otras opciones, al menos para aquellos que no coinciden con las propuestas principales pero tampoco quieren dejar de participar y ejercer su derecho a elegir a sus gobernantes, aunque su voto sea para un proyecto emergente o con pocas posibilidades de triunfo. Porque al final, lo importante de la Democracia es participar de manera activa en la vida pública de nuestra comunidad, aunque sea cada tres o seis años. 

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