Una mujer indígena con una mochila del Partido Verde en Oaxaca. Imagen de Teresa de Miguel Escribano / El País

Claudia Martínez / Voces Ciudadanas.- Agosto 24 de 2020 

Los vemos por ahí, como el chepiche en temporada de lluvias. Aspirando sus intenciones de ser gobernantes o representantes populares de un México y un Oaxaca que en tiempos de pandemia no solo suma muertos sino también esperanzas, anhelos de no morir, aunque esto signifique morir de a poquito, de preocupación por no tener trabajo, ni dinero pa’ las medicinas por si me enfermo de Covid o de otra cosa, y las deudas, las malditas deudas. Pero bueno, mientras hay vida, hay esperanza. 

Y ahí vamos por la despensa que nos prometen, cuentas de cristal de frijol , con una bolsa para hacer la sopa aunque no lleve pollo, o de sal, aunque sean hipertensos, o de azúcar aunque sean diabéticos. Despensas que mitigan el hambre y nos hacen sentir merecedores de su atención. 

¡Qué importa que nos pidan nuestra credencial de elector! Menos aún hacer largas filas para cobrar un dinerito que por un instante nos haga sentir que tenemos el poder de compra en nuestras manos, mas no en nuestras necesidades. 

A excepción de los colados, los amigos, los familiares, los incondicionales, ellos con ese dinerito podrán quizá pagar sus prediales, la tenencia de uno de sus coches o comprar un detallito para el detallito, o quizá el último juego de Xbox para el sol de sus ojos, aunque este tenga 25 años.

Pero nosotros, los muertos de hambre aquí estamos, destinados desde antes de nacer a ser pobres, pobres, ese es nuestro orgullo y nuestro derecho, o peor aún nuestro futuro y el de nuestros hijos, y sus hijos y sus hijos, así por la eternidad de Santa María de Guadalupe.

Sin embargo nuestra fe nos salva, nos da fuerza y aliento de aguantar todos los males en esta tierra para ganarnos el cielo y la vida eterna. Y cuando se muere de una enfermedad curable pero cara, la madre, la esposa, el hijo, el nieto, ese dolor lo ofrecemos con fe…

“¡Ya está en mejor vida, ya no sufre, ya es feliz, Diosito necesitaba un ángel en el cielo!”, así nos consolamos, ahora en silencio pues ni velorio ni cafecito, ni familia, ni amigos, nada, pinche Covid hasta eso nos ha quitado.

Y qué decir de los fifís, esos de coche nuevo y casa Infonavit que se sentían de otra clase porque compraban ropa, zapatos, muebles, y de todo allá en esas tiendas grandotas, con lo que ganaban de secretarios en un despacho, esos trabajos que solo son pa’ los que estudiaron. Y ahora se quedaron sin chamba y sin lugar, ya no son de allá, pero tampoco de aquí, aunque deban hasta los calzones. 

Y todo eso lo saben los asesores de los que serán nuestros candidatos. Y lo sabe doña Juana, Petra, Chana, Martín, Juvencio y todos los más de 60 millones de pobres mexicanos, pobres de dinero y pobres por pendejos, pues siguen pensando que si el amigo del amigo del amigo del patrón de mi cuñado gana, ¡Ya chingamos! Y ahora sí nos va ir re bien, re bien, pero re bien de la chingada. 

Seguimos siendo borregos para el matadero, para que nuestros diputados y senadores ganen casi medio millón de pesos al mes, eso que tú, él, yo, no ganaremos nunca. Y si le sumamos los negocitos, híjole, entonces sí, por eso se vuelven ricos, ricos de la noche a la mañana.

Y los vemos en sus coches, en sus casas, en sus viajes, en sus vidas. Luchando por México, por la justicia, por la igualdad, defendiendo nuestros derechos. Que importa si no nos miran, ni nos conocen, ni nos escuchan, para ellos somos invisibles somos una credencial de elector, un voto, sin nombre, sin apellido.

Y los vemos ya por ahí, hombres y mujeres,  sonrientes, jacarandosos, saludando de codo a codo, con cubre bocas o sin él , depende de la foto. Camisa arremangada, vestido de oficina, de campesino, de obrero, de albañil, de bombero, barrendero, cubre baches, y mil personajes más que como usted o como yo, nos ganamos cada día el pan con el sudor de nuestra frente.

Bueno imagínese usted qué tal será la necesidad de buscar, comprar votos, que algunos hasta de gente decente con familia amorosa se disfrazan, otros hasta de religión y preferencias cambian.

¡Mucho ruido y pocas nueces, pero ah chingaos es mi candidato!

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