Desde el portal
ÁNGEL SORIANO
La humanidad enfrenta con angustia los efectos devastadores de la pandemia de covid-19 sin que haya fecha para cuando termine pese a los esfuerzos de la ciencia por derrotarla.
Y tras ello vienen las inundaciones que arrasan con viviendas construidas en las márgenes de los ríos y las aguas se expanden sobre las ciudades, sin respetar edificios públicos, religiosos, hospitales, hoteles y restaurantes, otrora refugios de los habitantes. Los sismos repetidos casi en las mismas fechas, con mayores o menores daños, dejan una estela de pavor por el simple recuerdo de acontecimientos dramáticos ocurridos en otras ocasiones.
La vida cotidiana ha sido alterada y la carrera desenfrenada hacia el lucro y el placer hoy es motivo de reflexión. Y si bien los ambientalistas proponen la conservación de las reservas naturales y la reducción de elementos contaminantes en la industria y la generación de energía, también los desarrolladores inmobiliarios y los urbanistas deben atender el crecimiento desordenado de las ciudades y evitar la invasión de espacios de ríos y mares.
Necesariamente, las imágenes de crecidas de ríos y arroyos, de la salida de las olas y la acometida contra las playas, la caída de árboles, el agua dentro de las estaciones del Metro o en los hospitales, lleva a la reflexión de que la sociedad le dio la espalda a la naturaleza y ahora esta recobra su lugar natural y se abre paso por encima de quienes la desafiamos.
Y hay quienes afirman que lo peor está por llegar si es que no se toman las medidas pertinentes, de reordenar el crecimiento de las sociedades, la vida en comunidad, no agredir a la naturaleza, reforzar la convivencia social y revisar todo lo que hemos hecho sin reflexionar sobre las consecuencias presentes y futuras.
Desde luego, nadie espera las advertencias de la naturaleza. El derrumbe de edificios y la inundación en ciudades con miles de damnificados y muerto, es una realidad. Los hospitales saturados y los lamentables decesos por la pandemia es otra, por lo cual si no se rectifica el rumbo indudablemente que vendrá lo peor.
Por ahora hay que enfrentar la devastación lo mismo en pequeñas comunidades que en grandes ciudades, en países desarrollados y en vías de crecimiento, en ciudades milenarias y ciudades medias. No hay excepciones y los efectos de la naturaleza están a la vista y hay que enfrentarlos.
Es una gran tarea para los gobernantes y dirigentes sociales, para la ciencia y los planificadores urbanos, y en general para la humanidad víctima de la pandemia que, sr observa, va adelante de la ciencia sin que se pueda detenerla.
Los sismos no son, también, una repetición de fechas de almanaque. Son hechos medibles pero hasta ahora poco predecibles. La naturaleza, por consiguiente, avanza a un ritmo más acelerado que la capacidad humana para enfrentarlo. Y se ha visto.
La humanidad tiene un gran reto en lograr la convivencia armónica con la naturaleza.
asorianocarrasco@yahoo.com