Por Isabel Monroy
Hace apenas unos años, considero que se podía ir y venir libremente en nuestro México. En la actualidad, eso ha cambiado radicalmente. No porque le vaya a pasar directamente a uno, o si. Recuerdo que hubieron unos años en que tenía que hacer recorridos de más de 8 horas en camión de Chilpancingo, Guerrero a la ciudad de Tlaxcala, Tlaxcala. Toda una odisea para quien ha realizado ese viaje, sobre todo tomando en consideración la falta de transporte que había antes. Ahora considero que hay más medios de comunicación, o por lo menos, más “corridas” de autobuses. Incluso, me acabo de enterar que existe un autobús ejecutivo que sale muy seguido de la TAPO (Terminal de Autobuses de Pasajeros de Oriente), siendo que antes para tener acceso en cualquier horario, tenías que tomar necesariamente uno de los que salían en los alrededores. Todo un folklor definitivamente. Claro que estoy hablando fácil de más de 28 años, si no es que hasta 30.
En alguna ocasión, iba tan dormida que de pronto me desperté creo que antes de llegar a Taxco, Guerrero. Sentí que el camión ya llevaba parado mucho rato, y se escuchaban voces, además de que el chofer encendió de pronto las luces interiores. Acostumbraba a viajar en los asientos delanteros para salir más rápido y cuando abrí los ojos, lo único que pude ver fueron unos hombres armados que subían al autobús. Realmente sentí pánico, no me imaginé que fuera un retén oficial, no llevaba nada de valor, pero iba a mis clases de maestría en la Universidad Autónoma de Tlaxcala y me preocupaba que se fueran a llevar mi portafolios, que era lo único que llevaba y con ello mis tareas y cuadernos de apuntes. Respiré tranquila cuando supe que era un retén de “policías”, que hacían una vigilancia de rutina. Si en esa época me asusté, ahora creo que me volvería diabética.
En la época actual, no sé si me atrevería a hacer el mismo recorrido. Guerrero no se me hace el mismo lugar en el que incluso, viajé sola en un vehículo del trabajo a realizar una diligencia de Chilpancingo a Ixtapa Zihuatanejo, en Guerrero. Fue un recorrido tranquilo y al llegar a mi destino, no me sentí más que en el paraíso. Recuerdo que en esa carretera sale o salía mucha rana o sapos, así que fui matando ranitas y sapitos. El punto es, ¿puede en la actualidad una persona joven viajar sola sin exponerse? Realmente lo considero sumamente difícil, sin importar si es hombre o mujer.
Considero muy necesario en primer lugar que, si es necesario salir sola, la persona en cuestión diga por todos los medios posibles, sobretodo a su familia en dónde y con quién va a estar. Sé que a muchos eso les es molesto e incomoda, pero créanme que es lo mejor para sobrevivir en la actualidad.
En segundo lugar, tratar de no “desconcectarse”, que su celular siempre tenga pila, o llevar una de respaldo. Afortunadamente la tecnología nos permite en cierta forma prepararnos para ello. Esas pilas que hay para recargar los celulares son excelentes y de verdad, pueden llegar a salvarnos la vida. Si toman un “uber”, “didi”, “taxi” (este último, perdón pero ya no lo recomiendo mucho), existe una parte para compartir viaje, además de que ahora ya puedes notificar directamente a la plataforma de que algo no está bien con el viaje y por qué no, hasta verificar que sea el viaje correcto.
Claro que sabemos que aún con todas estas medidas de seguridad, si te toca, te toca. Dice el refrán “cuando te toca, aunque te quites y cuando no, aunque te pongas”. Es difícil en la actualidad saber con exactitud qué podemos hacer o cómo actuar cuando te sientas en peligro, pero de algo estoy segura, siempre intentaremos proteger nuestra vida.
Por cuestiones de trabajo, últimamente me ha tocado estar en carretera. He visto muy activa a la famosa “Guardia Nacional”, ¿te has sentido protegido? Sinceramente me da más miedo verlos merodeando, que estar con cualquier civil a mi lado. Me da pena, pero considero que lejos de sentir una protección realmente con tanto uniformado armado, siendo más de 4 o 5 en camionetas blancas con letras negras, hacen (al menos a mí) sentir más inseguridad que seguridad.
Anteriormente si se encontraba uno a una patrulla de policía de caminos, hasta respiraba uno tranquilo. Claro, siempre que no lo parara a uno por exceso de velocidad. Sin embargo, ahora ya no hay, al menos yo ya no los he visto y de verdad extraño esa época en que no había tanto “militar” en la calle y, si bien había inseguridad, no era al grado que existe ahora.
Ojalá nuestros hijos puedan volver a viajar libres como lo llegamos a hacer en algún momento varios de nosotros. Ojalá, regrese esa libertad a nuestro querido país, el cual lo siento secuestrado por los diversos cárteles que antes sentía tan fuera de nuestro mundo. Quizá fue muy ideático pensar que a nosotros no nos iba a suceder. Desafortunadamente siempre copiamos lo malo y las drogas, los cárteles y la corrupción, nos alcanzó más rápido de lo que pensamos.
Nunca está de más el estudiar, el prepararnos y el trabajo duro que nos deje el buen sabor de boca de saber que servimos a los demás para vivir mejor. La responsabilidad de nuestros actos para asumir las consecuencias de los mismos, buenos o malos. Desafortunadamente, gana la apatía, el dinero fácil, pero sobretodo la ignorancia. Qué pena ver cómo te vas acabando vida, qué pena ver cómo estamos dejando este mundo para nuestros hijos. Ojalá podamos modificar todo esto, ojalá no dejemos de decir lo que nos gusta y lo que no. Ojalá siga existiendo la libertad para salir y hacer lo que quieras y …. ¿Por qué no? La libertad de vivir como a cada quién le dé la gana, pero sin dañar al prójimo y mucho menos a cualquier ser con vida.