Hablemos de Política, por Diego Martínez Sánchez

Desde el inicio de su administración, el gobernador de Oaxaca, Salomón Jara Cruz advirtió que existían personajes actuando de manera directa y activa, para afectar a su proyecto de gobierno. Señalando a exfuncionarios, diputados federales de su propio partido y hasta a los exgobernadores José Nelson Murat Casab y su hijo, Alejandro Ismael Murat Hinojosa. 

De acuerdo al mandatario oaxaqueño, Murat Casab sería el responsable de movilizaciones y protestas de agrupaciones sociales, con el único fin de generar ingobernabilidad al interior del estado. Aunque para ello también estaría empleando otras técnicas que inciden de manera directa en los niveles de violencia e inseguridad que enfrenta la ciudadanía, generando la percepción de ausencia de autoridad, denunció Jara Cruz al hacer referencia al aumento de los feminicidios y homicidios dolosos en la entidad. 

Tras haber gobernado Oaxaca de 1998 al 2004, José Murat acumuló una cuantiosa fortuna que le permitió ampliar su poder y margen de acción, al grado de controlar un importante bloque político en todo el país. Y aunque su puesto oficial es presidente de la Fundación Colosio del PRI, sus amistades e influencias abarcan todos los partidos y gobiernos, incluidos los de Morena, principalmente a nivel federal. Pero el camino desde su natal Ixtepec en el Istmo de Oaxaca hasta Atlacomulco, en el Estado de México, ha estado plagado de traiciones y denuncias por corrupción. 

José Murat también ha sido señalado como el autor intelectual del conflicto social que enfrentó Oaxaca en el 2006 durante el gobierno de Ulises Ruiz Ortiz, a raíz de una disputa política con su sucesor. 

Para lo que habría financiado a decenas de organizaciones, incluida la Sección 22, dando vida a la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO). Creando un caos sin precedentes en el estado, sin importar el precio que debieron pagar miles de personas, quienes cansadas de la ingobernabilidad, en el 2010 votaron desesperadas por el “cambio” que prometía Gabino Cué Monteagudo, quien logró el triunfo gracias al apoyo que le brindó el bloque priista que dirigía Murat Casab, traicionando a Eviel Pérez Magaña, candidato del PRI y de Ruiz Ortiz. 

No obstante, pese a haber respaldado el proyecto de Cué, Murat repitió la fórmula hundiendo al estado en una de las peores crisis económicas y sociales que han vivido las familias oaxaqueñas, además de que Oaxaca continuaba secuestrada por la voluntad de las organizaciones sociales y sobre todo, del gremio magisterial. 

El hartazgo social fue tanto que en el 2016, Murat Casab logró regresar al poder por medio de su hijo, Alejandro Murat Hinojosa, quien respaldado por el entonces presidente Enrique Peña Nieto logró modificar la Constitución local para que a pesar de ser originario del Estado de México pudiera gobernar o más bien, saquear Oaxaca. Basta recordar que tan solo en su primer año, desaparecieron cientos de millones de pesos destinados a reconstruir zonas afectadas por los terremotos del 2017 y ayudar a los afectados. “Fenómeno” que se repitió a lo largo de todo su sexenio, el cual será recordado como uno de los más corruptos en la historia del estado. 

Sin embargo, pese a todo lo que ya se sabe sobre la corrupción durante los gobiernos de ambos Murat y lo que falta por descubrir, hay un factor que se debe reconocer y es precisamente la relativa “gobernabilidad” que ofrecieron durante sus gestiones, una muy costosa para el Estado pero que resultó ser muy efectiva, principalmente para quien sabe capitalizar los rendimientos a corto y largo plazo. Algo que aparentemente José Murat sabe hacer muy bien, porque después de 25 años continúa aferrado a controlar Oaxaca. 

Así lo ha demostrado con los constantes ataques tanto sociales como mediáticos y políticos en contra del gobierno de Salomón Jara, quien ha sido claro en señalar a Murat Casab y a sus operadores, como los responsables de las protestas, manifestaciones y hechos de ingobernabilidad que ha vivido el estado en los seis meses de la administración morenista. Además de ser el preámbulo al proceso electoral del 2024, como si se repitieran los últimos meses del gabinato, en donde el caos y la violencia imperó a lo largo y ancho del territorio oaxaqueño. 

Otra evidente muestra de la injerencia muratista, son las recientes marchas y plantones que ha iniciado el magisterio, los normalistas y otras organizaciones, que tras seis años de sometimiento a la voluntad gubernamental, vuelven al reclamo social. Pese a que varios de los líderes y dirigentes de dichas agrupación, han obtenido grandes beneficios económicos y políticos, llegando a ocupar curules en el Congreso local y federal. De ahí que Murat Casab tenga a su servicio tantos Diputados y diputadas de Morena tanto en San Raymundo Jalpan como en San Lázaro. 

Y han sido precisamente esos “representantes populares” quienes han obstaculizado el camino de Jara Cruz incluso antes de su elección como candidato del Movimiento de Regeneración Nacional a la gubernatura de Oaxaca. Por ello han arreciado el ataque y su servilismo, ya que son conscientes que al haber ganado la titularidad del Ejecutivo local, Salomón Jara podrá imponer a la mayoría de los y las candidatas que participarán en el próximo proceso electoral, por lo que muchos de ellos, si no es que todos, quedarán fuera de los cargos de elección popular. 

Esto también expone a la familia Murat al reducir sus espacios de negociación en busca de impunidad por el aberrante saqueo de los recursos y el patrimonio de los oaxaqueños. 

Y aunque están confiados en la impunidad que les brinda su cercanía con el Presidente Obrador, con su salida en el 2024 esa protección podría desaparecer y ante toda la evidencia, por primera vez se podría proceder en su contra por diversos delitos. Situación que agrava la conocida paranoia de José Murat, la misma que lo ha llevado a confrontarse con sus antiguos aliados, socios y empleados, quienes según sus cercanos, han comenzado a compartir información con las autoridades.

De ahí que Murat Casab, desesperado, busque atacar al gobierno de Salomón Jara, porque a pesar de los errores que pudiera estar cometiendo en los primeros meses, es imposible negar que recibió un estado sumergido en la marginación, en la violencia y en la impunidad, herencia de la corrupción e incompetencia de Alejandro Murat, quien a pesar de haber traicionado al partido que lo llevó al poder, hoy busca ser candidato a la Presidencia de México, aunque sea como un simple bufón en la corte de Obrador, porque sabe que ganar no es opción. Pero ese sueño no sería posible si su sucesor permite que se inicien las carpetas de investigación en su contra. 

Durante las próximas semana y posiblemente meses, Oaxaca se verá sumergida una vez más, en una lucha de poder en donde la ciudadanía y la paz social, serán la moneda de cambio de los Murat y aliados, en contra de Salomón Jara y su Cuarta Transformación. Así que prepárense locales y visitantes, para las marchas, plantones y los tradicionales bloqueos, justo en el marco de las fiestas de la Guelaguetza, porque en Oaxaca la extorsión por medio de la movilización, también es “costumbre y tradición”. A menos claro, que el gobernador defienda los derechos de la mayoría y ejerza las facultades que le otorgó la ciudadanía, empezando por hacer valer el Estado de derecho y terminar con la impunidad, al menos del grupo muratista, para empezar. Para lo que la próxima visita presidencial, será crucial.

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