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Tuvo que morir acribillado -el lunes 11- el entrenador triqui de baloncesto, Rigoberto Martínez Sandoval, para que la mirada pública se posara de nuevo en Oaxaca.

ERNESTO REYES

Tuvo que morir acribillado -el lunes 11- el entrenador triqui de baloncesto, Rigoberto Martínez Sandoval, para que la mirada pública se posara de nuevo en Oaxaca. Debió desaparecer, sin que después de 40 días existan resultados alentadores de su búsqueda, la abogada y activista Sandra Domínguez, para que su ausencia siga estando en la agenda de organismos defensores de derechos humanos.

A estos hechos, sucedidos en las zonas mixteca-triqui y mixe- chinanteca- convertidas en peligrosos laberintos, se suma la ejecución (la noche del 6 de noviembre), en una colonia de la capital oaxaqueña, de las hermanas Virgina y Adriana Ortiz García, de actividad artesanas e integrantes del MULT. También Rigoberto era del Movimiento de Unificación y Lucha Triqui, pero su pertenencia política jamás debe ser una condición para que la vida de una persona acabe de esta manera.

Hay grupos como el MULTI y Ubisort que reclaman a muerte al MULT territorios y poder, pero la responsabilidad del gobierno es evitar la guerra fratricida y estar en las comunidades, generando condiciones de paz. Urge la intervención de la FGR para auxiliar a la Fiscalía local y aplicar justicia. Virginia y Adriana junto con su hermana Emelia García, eran familiares de Daniela y Virginia Ortiz Ramírez, desaparecidas en el 2007 en el marco de la violencia que no parece tener fin.

Estos ejemplos, junto con la recurrencia de crímenes, feminicidios y asaltos, como en dos joyerías del centro de la capital, reactivaron los cuestionamientos del por qué el gobierno oaxaqueño sigue sosteniendo a hombres y mujeres políticos en áreas de la seguridad pública. Y por qué el área encargada de mantener la gobernabilidad – léase Secretaría de Gobierno- está dando tan malos resultados para generar un ambiente de armonía y respeto entre la autoridad y las organizaciones sociales.

Otras voces reclaman a Salomón Jara que no haya detenido la percepción de que ahora estamos más inseguros que antes y que siga cargando una loza llamada Donato Vargas, señalado de ejercer violencia contra las mujeres. Ante denuncias sobre malos manejos en la administración y hechos presumibles de corrupción, el gobierno se defiende a tuitazos, exhibiendo una piel muy delgada frente a la crítica.

Al iniciar su tercer año de ejercico, va aminorando la credibilidad en un gobierno que no ha sabido administrar el impulso obradorista ni el respaldo de la presidenta Sheinbaum. Si bien ha mejorado espacios públicos para la convivencia familiar, y se ha apuntado otro tanto con la reactivación del CityBus, no parece estarse aplicando para que ninguna persona sea lastimada en su integridad física y moral, en sus negocios, en su derecho a estar libre de ataques de extorsionadores, ladrones, sicarios y traficantes de contratos y licitaciones. No es culpa directa del gobernante, pero sí su responsabilidad atender esta y otras problemáticas.

A los gobiernos los pueblos los recuerdan muchas veces por los muertos, masacres o actos de represión durante su periodo, o por actos de deshonestidad que cometan el mandatario y/o familiares con su cohorte de súbditos. Las obras públicas, por muy brillantes que luzcan, quedan para el reconocimiento cuando han pasado la prueba del tiempo. Salvo las que tienen impacto inmediato como los programas sociales o de salud.

Cualquiera sabe que no es lo mismo gobernar un estado bronco como Oaxaca que encabezar una corriente partidista o apoltronarse en una curul donde no se exige más que presentar una que otra iniciativa de ley. El soberano es implacable con quienes mal gobiernan.

Lo paradójico de provenir de la lucha social si este fuera el caso – el PRD, Morena y organizaciones sociales- es que al momento de gobernar a algunos les tiemblan las corvas frente a los ricos. Un ejemplo es el aumento a la tarifa del transporte urbano, a cambio de promesas que nunca van a cumplir los camioneros y que castiga la economía popular. Lo mismo que hacían los priistas: sólo que más baratos.

En 2013 y en años posteriores, Rigoberto Martínez Sandoval junto con su maestro, Sergio Zúñiga, pusieron en alto a la región, logrando que niños y jóvenes bajo su entrenamiento triunfaran en varios torneos nacionales e internacionales del deporte ráfaga: “los gigantes descalzos de las montañas”.

Tenía un pensamiento muy positivo: “Todos los caminos del mundo llevan hasta el corazón de los triquis. Siempre con esa ideología de salir a triunfar y demostrar la actitud, no nada más en Oaxaca, sino en todo México, que un indígena también puede lograr sus sueños”. Un balón sobre su féretro en Santa Cruz Río Venado selló el adiós del entrenador triqui para quien se exige justicia en su memoria.

@ernestoreyes14

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