Por Horacio Corro Espinosa
Hay preguntas cuyas respuestas parecen tan obvias, que ni siquiera se le ocurre a nadie hacerlas. ¿Es deseable la salud? Por supuesto. Nadie opina lo contrario. ¿Es apetecible la riqueza? Bueno, aquí ya caben opiniones. San Francisco de Asís, así como Andrés Manuel López Obrador, aseguran que no. Que es posible vivir muy a gusto sin ella, y que el dinero hasta puede llegar a ser considerado un estorbo. Éste será sin duda el criterio de muy pocos, de poquísimos.
Si López Obrador dice que la riqueza es mala, entonces, ¿porque no renuncia a los bienes materiales?, ¿por qué sigue viviendo dentro de un palacio?
Bueno, ¿y el poder?, el poder, parece que está dentro de la naturaleza humana porque todos luchan por obtenerlo. Renunciar al poder es más difícil que renunciar al dinero. Hasta los que desprecian el enriquecimiento no se negarían a poseer el poder, el mando, la notoriedad, la capacidad para imponerse.
Es más fácil encontrar quien se resigne a la pobreza, que hallar a quien no aspire a ejercer alguna forma de poder sobre sus semejantes.
¿Y cuál es el poder más buscado en los municipios?, Pues el de ser presidente. Justo en estos días están los jaloneos, las zancadillas, las trampas… para ocupar la candidatura a la presidencia municipal, y probar el poder tan sólo por tres años para sentirse intocables, respetados y acatados, además de venerados y reverenciados. Dicen, los que han probado estas mieles, que todo esto tiene encanto y tiene sabor; si es así, entonces, ¿quién se atreverá a menospreciar el poder?
La pregunta de si es o no deseable el puesto, parece inocente, y hasta absurda.
Los que fueron designados hace dos años y feria de días, se supone, que cuando fueron invitados para representar el municipio, reconocieron ser honrados, inteligentes y trabajadores, por lo cual, ellos eran lo que su municipio necesitaba. Ellos reconocieron ser lo mejor de lo mejor. De otra manera, al reconocer su incapacidad, hubieran renunciado desde el principio de su candidatura.
Entonces, como estaban bien seguros que no había otro mejor que él, tuvieron que abrigar la convicción de que poseían capacidad para resolver los problemas y hacerle frente a lo inevitable.
Los precandidatos de hoy tienen que calificarse o medir sus fuerzas frente a otros aspirantes en el tema de conocimientos, en el talento para llegar a ser un buen presidente.
Además, debe de creerse dueño de una fórmula mágica, o de tener una lámpara de Aladino que le permitirá no nada más ganar un sueldazo y mucho respeto y para colocar a sus familiares, compadres, compañeros de escuela y amigos, sino para hacerle un bien a su municipio. Debe creerse tener el derecho de que sus hijos y sus nietos transiten seguros dentro de sus tres años por avenidas, calles, comunidades o el estado.
Entonces, si ya te sientes candidato de tu municipio por el partido fulano, es porque crees tener la fórmula mágica para corregir errores pasados. Pero piénsalo bien, porque después de tres años, si no cumples con lo que dirás en tu campaña, todo el municipio afirmará que ¿cómo es que no dejaste ver la eficacia de tu fórmula? ¿Cómo es que, como presidente, no lograste hacer brillar esa receta? En ese caso, todos los ciudadanos de tu municipio podrán pensar que fuiste un egoísta hasta con tus hijos, quienes ya no podrán salir libremente a la calle.