Por Diego Martínez Sánchez
Desde hace varias semanas, Oaxaca ha vivido una serie de bloqueos y manifestaciones en las ocho regiones que conforman la entidad. Sin embargo, las movilizaciones del Sindicato 3 de Marzo el pasado lunes y este martes 5 de octubre, paralizaron la capital sin que ninguna autoridad hiciera valer el estado de derecho.
Por más de 10 horas cada día, trabajadores de limpia del municipio de Oaxaca de Juárez sitiaron la ciudad exigiendo una respuesta por parte del Alcalde, Oswaldo García Jarquín, a sus demanda; las cuales incluyen pago de salarios y prestaciones, mejores condiciones laborales y el contar con los insumos básicos para realizar su labor, sin embargo, el presidente emanado de Morena llevaba semanas sin presentarse a laborar, dejando totalmente inoperante el gobierno municipal.
Las manifestaciones recordaron los mejores días del gobierno de Gabino Cué Monteagudo o incluso, los de Ulises Ruiz Ortiz con la APPO; pero lo que se hizo tendencia nacional fueron los videos de camiones recolectores de basura tirando los desechos en la supuesta residencia de Garcia Jarquín, sin que policías municipales o estatales, intervinieran en defensa de los derechos de los vecinos, aunque tampoco lo hicieron con la violación al libre transito.
Y aunque el caos que vivieron miles de oaxaqueños era de esperarse tras semanas de aviso; ni el desgobierno municipal o estatal, que encabeza el priista Alejandro Murat Hinojosa, actuaron a tiempo para evitarlo. Como tampoco lo hicieron para salvaguardar los derechos de miles de ciudadanos que se vieron afectados.
Por un lado, el desinterés e incapacidad que ha demostrado Oswaldo García Jarquín desde el día que rindió protesta, y por el otro, el interés del gobernador por congraciarse con el Presidente López Obrador, agravó la inhabilidad de su administración para atender y resolver los constantes problemas sociales de Oaxaca.
Murat Hinojosa ha intentado lavarse las manos alegando que entregó 20 millones de pesos como adelanto de las participaciones que debe recibir el Ayuntamiento, asegurando que la responsabilidad competía únicamente al Municipio, olvidando o quizás ignorando, que el último responsable de la gobernabilidad en el estado, es él. Tal vez por ello le resultó más sencillo “dar seguimiento” de lo que sucedía en Oaxaca, tomando un café desde el Puerto de Veracruz.
El mandatario oaxaqueño también olvidó mencionar los bloqueos en el Istmo de Tehuantepec, en la Costa, la Cuenca, en la Sierra o en Valles Centrales, los cuales en su mayoría son exigencias por la falta de obra pública, la demora e incumplimiento en pagos y la entrega de recursos, aunque también se suman reclamos por desaparecidos, líderes sociales asesinados y crímenes que se mantienen en la impunidad, como la muerte de una mujer a causa de una Diputada local del PRI, que manejaba alcoholizada. Situaciones que se podrían aclarar y solucionar con las mesas públicas de diálogo que han propuesto tanto el mandatario como la Secretaría General de Gobierno.
Regresando al tema de la capital, corazón político y económico del Estado; pareciera que la crisis que atraviesa está sirviendo de pretexto para que el resto del sistema también colapse, o al menos, justifique el fracaso de quienes intentan operarlo.
Desde hace varios días se ha presentado la posibilidad ante el Congreso local, que se exija la salida anticipada del Presidente municipal; incluso el Regidor Pavel López -también morenista- aseguró que solicitó la desaparición de poderes desde hace seis meses; pero algo pareciera mantener inertes a los Diputados y Diputadas de la LXIV Legislatura, próxima a fenecer.
Podría ser que un Congreso con mayoría de Morena –pero operado por el PRI– no quiere afectar la reputación del partido del presidente López Obrador al deponer al primer Alcalde morenista de Oaxaca, o quizás, exista un acuerdo con los legisladores, para mantener viva la corrupción e impunidad que tanto presumen combatir.
Tampoco podemos olvidar que muchas veces, las protestas y manifestaciones por más legítimas que puedan parecer, obedecen a intereses muy alejados del fin que promueven públicamente. Y en Oaxaca, el chantaje, la extorsión y el ataque por medio de la movilización, es como dirían algunos, una “cultura adquirida”. Una muy costosa en todos los sentidos, pero que ante el próximo proceso electoral, podría resultar muy redituable para unos cuantos.
En cualquier escenario, la primer víctima es la sociedad oaxaqueña, tanto de un gobernador indiferente que pareciera disfrutar el fracaso del Presidente Municipal; y un Alcalde inepto e incapaz cuyo único destino es el fracaso político ya que todo parece indicar gozará de amplia inmunidad. Así como de un Congreso complice, corrupto y complaciente, que no supo responder a la oportunidad histórica que le otorgó el pueblo de Oaxaca.
Con el próximo cambio de autoridades y la renovación de la gubernatura, habrá dos opciones: una alineación política y partidista que permita el desarrollo de la entidad o, una permanente confrontación interna y externa que sumirá a la entidad oaxaqueña en una nueva era de caos y violencia social.