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Imagen de Patricia Briseño / Oro Radio

Hablemos de Política

Pro Diego Martínez Sánchez

“Allí donde el mando es codiciado y disputado no puede haber buen gobierno ni reinará la concordia.”

-Platón 

La selección del próximo candidato o candidata de Morena a la gubernatura de Oaxaca podría crear una fractura al interior del partido del Presidente López Obrador. 

Ello ante la confrontación entre los grupos políticos del senador Salomón Jara Cruz y su homóloga, la senadora Susana Harp Iturribaria. 

El primero con una amplia trayectoria política, enmarcada por constantes señalamientos de corrupción; la segunda, cantante de profesión pero con un poderoso circulo social y familiar, que impulsa su candidatura con el hombre que vive en Palacio Nacional.

Ambos con el derecho legítimo de querer representar a su Estado y a sus habitantes, tanto como el de cualquier otro ciudadano. Sin embargo, en la búsqueda de sus intereses personales, ambos legisladores han olvidado la encomienda para la que se les eligió en el 2018, y en el camino han dividido el movimiento que enarbola la llamada Cuarta Transformación en Oaxaca. 

De concretarse la advertida designación de Susana Harp, quien cuenta con el respaldo del actual gobernador Alejandro Murat y “su equipo”; las estructuras de Salomón Jara difícilmente operarían a su favor. Aunque en público el senador podría llegar a mostrar su apoyo, en tierra la historia seria diferente. Sin descartar que podría fracturar la coalición y encabezar una candidatura con otros institutos políticos.

En caso de presentarse otro escenario y las negociaciones de Jara den los frutos esperados, siendo el ungido como candidato de Morena a gobernador, el rechazo de algunos sectores económicos y políticos pondría en riesgo el proyecto que ha gestado López Obrador en su imaginario, para el estado.

Por un lado, la candidata de la élite y las familias gobernantes, como la han calificado sus detractores, por el otro, el candidato de las organizaciones sociales y agrupaciones beligerantes, según sus críticos; difícil decisión ante los retos que enfrenta un estado como Oaxaca, no solo en materia de salud y educación, seguridad o infraestructura, también para recuperar un tejido social que se ha ido desmoronando por la falta de valores y congruencia social.

Porque más allá de la carrera política o del “derecho” a gobernar que alegan tener algunos, la realidad es que la marca de López Obrador acapara el mercado oaxaqueño, obsequiando un voto de confianza a la mayoría de los candidatos de Morena, claro, con algunas excepciones.

Lo que hace más relevante dicha selección para evitar que Oaxaca tome el camino a un nuevo “Gabinato”, en donde la ingobernabilidad y el caos social sean las constantes, incitadas durante los próximos seis años, por quien resultara perdedor en la contienda. Además de dar continuidad al sistema de impunidad y corrupción que ha mantenido a la entidad en el rezago desde hace décadas. 

Según lo acordado por el Comité Nacional de Morena, la elección de su candidato o candidata, será por medio de una encuesta, no obstante, este mecanismo también empleado en el pasado proceso electoral ha sido cuestionado por opaco y poco confiable, considerado incluso una simulación para ocultar imposiciones. 

Si la “Cuarta Transformación” realmente quiere gobernar Oaxaca, los militantes y simpatizantes de Morena deberán tomar las riendas del proceso para dar certeza al resto de aspirantes. Porque quien sea electo tiene el triunfo casi asegurado, pero sin unidad, ninguna “victoria” dura mucho. Ojalá lo entiendan en las Presidencias e impulsen un proceso con perfiles renovados, que en verdad representen lo que enarbola López Obrador y ofrezca un verdadero cambio.

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