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Por Diego Martínez Sánchez

Comienza un nuevo año pero continúan los mismos problemas, inseguridad, violencia, impunidad, pobreza, corrupción y un largo etcétera que pareciera no tener solución, al menos no para la mayoría de la población porque para algunos, solo algunos, todo eso termina el día de hoy. 

Este 1 de enero de 2022 los municipios que se rigen por el sistema de partidos políticos en la entidad oaxaqueña reciben a sus nuevas autoridades, o al menos la mayoría de ellos, ya que otros quedarán en manos de administradores porque los candidatos y candidatas que resultaron “ganadores” cometieron diversas irregularidades durante el proceso electoral por lo que se realizarán varias elecciones extraordinarias este año. 

El resto comenzará o continuará en el caso de los que fueron reelectos, una vida de opulencia y abundancia que será y ha sido muy difícil de ocultar, porque sin importar el partido, todos, absolutamente todos, obtendrán beneficios más allá de los salarios que marca la ley porque así es la “costumbre” política nacional.

Y prueba de ello son los “servidores públicos” de siempre, quienes construyen grandes mansiones en las zonas residenciales de las principales ciudades, o incluso son dueños de hoteles, balnearios, ranchos y haciendas como grandes terratenientes, los que convierten en bastiones de la corrupción y la impunidad porque sin importar que estén enclavados en medio de montañas, cuentan con todos los servicios y comodidades, esas que negaron a sus comunidades por “falta de recursos”. 

Otro ejemplo es la deuda por más de 400 millones de pesos que deja el gobierno de la capital y el daño a decenas de trabajadores a quienes no se les pagaron sueldos y aguinaldos, provocando bloqueos que afectaron a miles de ciudadanos. Todo ello mientras los verdaderos responsables se limitan a echar culpas sin que nadie explique en dónde quedaron los recursos.  

Ese “fenómeno social”, se replica a lo largo y ancho del país, pero en Oaxaca tiene un efecto muy particular, ya que es parte fundamental de un ciclo instaurado en la “época neoliberal” y arraigado en casi toda localidad, dejando como “única” opción el lucrar con la pobreza y la marginación, porque mientras “más pobres” mejor, o al menos así pareciera ser la máxima de la administración pública tanto municipal como estatal. Reconociendo que hoy la federación intenta modificar el patrón, con éxito o no, lo veremos más adelante.

Mientras tanto a nivel local la situación empeora, la indiferencia gubernamental, la polarización social, el fanatismo político y el proceso electoral para elegir a un nuevo gobernador o gobernadora, han complicado el panorama a millones de oaxaqueños y oaxaqueñas que hasta hoy han sobrevivido a una pandemia, a una crisis económica sin precedentes y a un saqueo descomunal de sus recursos, tanto monetarios como naturales, por cuenta propia.

Esos mismos ciudadanos que esperanzados votaron por un cambio, el cual deberá llegar a partir del primer día de estas nuevas administraciones municipales. Pero solo será posible si se pone fin a la impunidad, si se tiene el valor moral para encarcelar y castigar a quienes han robado a manos llenas el futuro de nuestro de nuestros padres y nuestros abuelos, así como lo intentarán con el de nuestros hijos y nietos, a menos que hoy defendamos el nuestro. 

Sin importar los partidos, los colores ni los favores, los nuevos Presidentes y Presidentas municipales deberán marcar el paso de una verdadera transformación, no solo replicar lo que se dice en Palacio Nacional y que muchas veces dista de la realidad local. 

Dependerá de ellos y ellas, morenistas, priistas, panistas, petistas, perredistas; de los del PUP, Movimiento Ciudadano, Fuerza por México y hasta a los partidos de la “Maestra”, responder y cumplir sus promesas de campaña, pero la responsabilidad de vigilar y hacer que así sea, es exclusivamente ciudadana porque si algo ha quedado claro es que los supuestos órganos encargados de combatir la corrupción no lo harán, ya sea por complicidad o incapacidad. 

Quizás el 2022 no sea el año de Oaxaca, pero sí será el que definirá el futuro de más de 4 millones de oaxaqueñas y oaxaqueños, porque si bien la riqueza que se distribuyen los poderosos nunca llega a las manos de los más necesitados, sí lo hacen las deudas y los problemas que heredan y crean, para que el pueblo las siga pagando.

Aunque claro, siempre podemos ser optimistas y esperar que ahora sí, sea realidad ese tan anhelado y prometido “cambio”. A fin de cuentas, cualquiera que sea el escenario procuremos que sea un feliz año, un año ciudadano.

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