34e5c1ce-cb8f-fea3-cebb-a10ab26b9953

Por el Dr. Marco Antonio Paz Ramos, Académico de Inteligencia Artificial en Posgrados de la Universidad Autónoma de Guadalajara
 

El término Inteligencia Artificial fue acuñado en el Dartmouth Workshop de 1956. Este célebre encuentro fue organizado por los científicos computacionales (ahora figuras casi míticas) John McCarthy, Marvin L. Minsky, Nathaniel Rochester y Claude E. Shannon.

Así que, si la IA fuera una persona, la juventud de hoy seguramente le vería con desdén por los casi 70 años que lleva a sus espaldas; no superaría del estereotipo de un abuelo aburrido fuera de onda y prácticamente en el retiro.

Sin embargo, la Inteligencia Artificial con sus casi 70 primaveras, está muy lejos de ser víctima de este prejuicio y, por el contrario, se ha convertido en el inesperado tema de moda.

La sensación mundial que han causado el DALL-E 2 y el ChatGPT, ambos de Open AI, en estos días, emula la fama que sólo pudieron alcanzar en su momento los Beatles o el propio Michael Jordan.

El imaginario popular está literalmente desbordado; paranoias sembradas hace décadas mediante el consumo de películas como Odisea 2001 o Terminator se han incubado y mantenidos latentes, pudiéndose decir (figurativamente), que han estado esperando este momento de la historia para salir nuevamente a flote.

Proliferan notas de prensa de la IA que hablan de esta como si recién hubiera surgido ayer y nos estuviera tomando por sorpresa, como si de un ente pensante se tratara, listo para adueñarse de nuestro mundo.

Lo que sería más justo decir sobre la IA, es que ha venido desarrollándose a ritmo constante por décadas y que de la mano del aumento en la capacidad de cómputo, ha venido reclamando posiciones en prácticamente todos los nichos tecnológicos que van desde aplicaciones experimentales en la década de los 80s, a aplicaciones altamente sofisticadas para la industria aeroespacial y la automatización y el control de procesos en los noventas del siglo XX y hasta los usos más mundanos y omnipresentes en este siglo XXI que abarcan la fotografía y el vídeo digital, los automóviles, los aviones, la generación de energía, los sistemas de iluminación e incluso, la mayoría de los electrodomésticos con los que interactuamos a todo momento. Lo cierto es que, en nuestros tiempos, una persona cualquiera puede tener en el orden de decenas de interacciones al día con tecnología que aplica la IA.

¿Qué cambio?, ¿Por qué el escándalo?, bueno la mayoría de nosotros no estábamos consientes del asunto, la IA trabajaba ardua, pero calladamente, en los sótanos y tuberías intramuros de nuestra sociedad, era como dicen coloquialmente de los árbitros del futbol: “si es bueno no lo notas”, en fin, los ires y venires de la IA eran un mundo reservado para los tecnólogos especializados en el tema.

Algo cambió, empezó a ser visible para todos, la IA ha crecido, ha mejorado y sus creadores se han arriesgado a darle tareas de mayor responsabilidad y particularmente tareas que se presumía eran exclusivas para las personas.

A fin de cuentas, esta reacción se trata en lo general de un asunto de percepción y por qué no decirlo, de prejuicio.

La IA no llegó de la calle y nos tomó por sorpresa; ha vivido en nuestra casa por mucho tiempo, pero un buen día nos pide que le pasemos la leche para su cereal y nos pega un susto de muerte, por lo que, no debe perderse de vista que está reacción ya sea pobre o exagerada, sólo está en nosotros, ya que huelga decir que la IA es en lo general únicamente una tecnología.

DALL-E 2 ha hecho arte o algo similar (hay muchos que debaten que no es así, que no se le puede llamar arte a lo que hace este sistema) y nos ha estremecido su destreza para convertir sentencias en imágenes, muchas de ellas, hay que decirlo también más similares al producto de una lúgubre pesadilla, y luego por otro lado, le preguntamos al ChatGPT cosas que sólo podríamos preguntarle antes a un líder de opinión; es por supuesto natural que estemos un poco confundidos y perturbados.

Ríos enteros de letras fluyen sobre lo terrible que resultará el ChatGPT para que los más jóvenes hagan la tarea de forma honesta, o al menos de forma tradicional. Pero más allá de esto, hay quien ya no se está formando académicamente y ha optado por pedirle a este chat desde reportes de trabajo, hasta información que tendrá un uso mercadológico, como si de un redactor profesional se tratara.

Pero más allá de que sea entendible nuestra sorpresa (o indignación), la pregunta es si esta es válida o en el último de los casos útil. Las alarmas se encienden no porque un Terminator ya nos esté persiguiendo, si no por algo más similar a lo que vemos en la película WALL-E, donde en un futuro no tan lejano, todas las necesidades de los humanos se han cubierto por automatismos por generaciones, ocasionando de que las personas no pueden sostenerse ya sobre sus propios pies por la obesidad y la atrofia muscular. Esta indignación o fascinación, puede ser en realidad un miedo disfrazado de que las próximas generaciones lleguen a ser víctimas de una atrofia intelectual y afectado en su capacidad intrínseca de resolver problemas, y que el asunto central llegue a ser en realidad no que la IA sea más lista que el ser humano, sino que la media de la gente se convierta de hecho en más tonta e incompetente de lo que ya es.

Esta preocupación no es nueva, ni surgió con la IA, el desarrollo de la tecnología siempre ha levantado suspicacias, haciéndonos cuestionar si nos estamos volviendo más inútiles o más tontos por utilizarla. Al respecto, hay estudios recientes que muestran que el crecimiento constante por décadas del coeficiente intelectual finalmente se ha estancado, coincidiendo (sin establecer formalmente la causalidad) con la accesibilidad a la internet, el uso extensivo de los teléfonos móviles y la inmersión exagerada en las redes sociales; es entonces cuando no menos de uno se preguntará si la IA no vendrá a convertirse en los clavos sobre este ataúd.

Algo nos dice que ciertas cosas no deberían ser automatizadas por una IA, por ejemplo, la atención médica; sin embargo, durante años se han trabajado en sistemas de diagnóstico automático e incluso la NASA ha trabajado en médicos virtuales que pretenden acompañar a los astronautas a largas misiones, como por ejemplo la tan ambicionada visita de los seres humanos a marte; pero estas son circunstancias extraordinarias, tratemos ahora de responder la pregunta: ¿el común de la gente confiaría en un médico virtual?, la respuesta quizás no guste a las sociedades médicas, pero la gente tiene muchos años automedicándose y más desde que está disponible la internet, así que muy probablemente la respuesta sea sí para la mayoría de los casos.

Varios modelos de aviones comerciales tienen al menos un par de décadas pudiendo despegar y aterrizar sin un piloto humano, pero estudios han mostrado que la gente aún no está preparada por confiar su vida en un automatismo de esta clase, por lo que no volarían en aviones sin un piloto humano, por lo que en el corto y mediano pazo seguramente seguiremos viendo desfilar a toda una tripulación de personas al abordar cualquier avión comercial.

¿Y los maestros?, ¿se podrán reemplazar por IA? Cuando la pandemia empezó en 2020, hubo un rechazo casi generalizado a adoptar tecnologías para clases remotas tanto por alumnos como por profesores, pero solo en dos años, la opinión cambio radicalmente y la gran mayoría lo ve ahora, como una manera valida y regular de educarse.

¿Podrá haber profesores de IA que nos guíen y atiendan de forma personalizada en un futuro próximo?, sin duda, ¿y los estudiantes las adoptarán?, muchos lo harán y eso nos lleva a preguntarnos entonces si la profesión del profesor está en riesgo, la respuesta sin duda no es fácil de responder y la respuesta en la mayoría de los casos será subjetiva y dependerá de las circunstancias.

Quizás sería más útil realizar la pregunta ¿qué sería diferente en la educación impartida por humanos y la educación impartida por IA?; esa pregunta es la que probablemente deberían tener presentes hoy en día los profesores y las instituciones educativas.

En un escenario donde el nivel de conocimiento o la competencia de instructores naturales o sintéticos no fuera el tema ¿Cuál será el rol de un profesor humano en este entorno?, ¿Qué sería válido ensayar y que no con la disponibilidad de tecnologías educativas basadas en IA?.

Sin duda este tema puede dar para una amplia discusión, pues son muchos los elementos que podrían ser tomados en cuenta y muchos los enfoques los que podrían dársele al problema. Por un lado, estaría cómo aprende el estudiante, teniendo en cuenta por ejemplo que hay estudiantes que más allá del método o del profesor son capaces de aprender de manera autónoma de manera muy efectiva, pero, por otro lado, también hay estudiantes que requieren de una guía y asesoría permanente para aprender. Así mismo, hay estilos de enseñanza por parte de los profesores muy diversos, al respecto puedo recordar algún ejemplo de un profesor que no dedicaba prácticamente tiempo a enseñar o asesorar y que, sin embargo, hacía por diferentes medios (diferentes a los convencionales) que los estudiantes investigaran y estudiaran el tema por su cuenta a niveles que no lo lograban profesores que tenían mejores habilidades docentes.

Decir que un profesor virtual basado en IA es la solución general y capaz de cubrir todas las necesidades no sería cierto, porque hoy en día considerando las condiciones actuales del problema educativo, este no está resuelto aún, el asunto es que no debiéramos caer en la tentación de simplemente dar por hecho que la labor de los profesores no se podrá automatizar de forma íntegra en un futuro, porque siempre hará falta el “toque humano”, sino que de forma prudente habrá que reflexionar concienzudamente y llevar a cabo un análisis más profundo sobre qué es lo que podría proveer una alternativa que la otro no podría, para así poder establecer las circunstancias de una posible implementación.

Finalmente, la peor actitud que podría asumirse ante un racimo de futuros posibles donde la IA asume más y más roles, es el de la negación. Entender la IA a profundidad y que haya más especialistas en ella, puede ser muy útil para la sociedad y así ayudar a una correcta incorporación de esta tecnología a nuestro mundo, que en lo general ayude al desarrollo positivo de la humanidad.
Esto no lo escribió el chat GPT ¿o sí?

Dr. Marco Antonio Paz Ramos
Profesor de Inteligencia Artificial en Posgrados UAG
Director de los Posgrados en Electrónica e Informática de la UAG
contacto: marco.paz@edu.uag,mx

About The Author

Deja un comentario