Por Horacio Corro Espinosa

Más de 75 años han pasado desde que Lázaro Cárdenas, ya hablaba de los que emigraban de la patria, para ir a buscar a extraños países, progreso y mejoramiento.

Si volvemos los ojos 70 y tantos años atrás, cuando todavía no comenzaba esa gran corriente de braceros a trabajar en las cosechas de algodón o de los cítricos, el General Cárdenas, invitaba a los que ya habían salido a que volvieran a su tierra natal. 

Pero nadie se imaginó que en vez de producirse la corriente de repatriación que Cárdenas deseaba, se presentaría una nueva masiva inmigración de nuestro país hacia el país vecino del norte.

La razón, fue la salida de muchísimos norteamericanos hacia Europa, Asia o África. Todos ellos se dirigían hacia aquellos puntos para formar parte del ejército o de la marina, a causa de la Segunda Guerra Mundial. Con esto, se abandonaron muchos empleos en agricultura, en la industria y en el comercio.

Los empleos menos remunerados, los más pesados y los menos deseados, eran ofrecidos a braceros mexicanos. El único atractivo era el pago en dólares (que en aquel tiempo se cotizaba a 3 pesos con 60 centavos).

Los que aceptaban aquellas ofertas, iban a inscribirse a los alrededores de la Ciudadela, en el entonces Distrito Federal. Muchos de los contratados entraron, con papeles en mano, por Texas, California, Arizona o Nuevo México. 

Sin embargo, los que no pudieron conseguir documentos, pero querían llegar a aquel país por las ofertas, se arriesgaron a pasar a nado por el Río Bravo. Muchos fueron tiroteados, perseguidos por perros y macaneados, sin contar a los kukuxklanes.

Con el tiempo, el paso hacia los Estados Unidos por parte de mexicanos, creció, se multiplicó y se agravó. Así que se multiplicaron las medidas para impedir el paso, o por lo menos dificultarlo.

La constante violación de leyes norteamericanas por ciudadanos mexicanos, hoy es superada por centroamericanos que han llegado a aquel país.

Lázaro Cárdenas, consideró fuentes de trabajo en el territorio nacional que resultaran lo bastante atractivas, no solo para retener dentro de nuestras fronteras a nuestros paisanos, sino hasta para inducir a los que ya se habían ido a que regresaran.

López Obrador, quien se ha dicho transformador y hasta se ha comparado con Cárdenas, no tiene ninguna intención, ni siquiera como una ilusión de poeta, proponer algo semejante. Pero que tal, ha presumido la entrada de remesas ante representantes de otros países, como si eso fuera un logro de él.

Hace dos meses, en julio, nuestros paisanos enviaron una cifra récord, no registrada desde 1995, de 4 mil 540 millones de dólares, y en los últimos cinco meses, nuestros paisanos enviaron mensualmente arriba de los 4 mil millones de dólares. Estas cantidades no las maneja ni Pemex ni turismo ni ninguna otra institución federal.

En realidad, nuestros paisanos en Estados Unidos, son los que sostienen a este país.

Repito, López Obrador presenta este logro como suyo. Él se pone sobre las lágrimas, la sangre, y el sudor de nuestros connacionales. Se pone, sobre quienes se parten el cuero todos los días en los Estados Unidos.

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