Hablemos de política
Por Diego Martínez Sánchez
Hace unos días el aún gobernador de Oaxaca, Alejandro Murat Hinojosa, presentó su Sexto y último informe de actividades, presumiendo gobernabilidad, paz, desarrollo económico y social en toda la entidad. Celebrando que prácticamente acabó con la pobreza y logró lo que ni su padre, quien administró la entidad de 1998 a 2004, habría podido consumar, el progreso de una olvidada sociedad oaxaqueña.
Pero la realidad no podría estar más distante de la perspectiva, quizás, totalmente personal de Alejandro Murat. Porque si algo es cierto, los mayores o quizás únicos beneficiarios del segundo sexenio muratista son los propios Murat y sus empleados, a quienes recompensaron con Notarías, cargos públicos y hasta escaños en el Senado, espacios que han aprovechado para enriquecerse de manera obscena y en muchos casos, posiblemente ilegal.
Porque, fieles a su naturaleza, también han dejado atrás a quienes se resisten a jurarles lealtad eterna; traicionando también a los que les permitieron regresar triunfantes a la entidad e incluso modificaron leyes para permitir la aberrante violación a la Constitución local para que José Murat pudiera volver a gobernar, pero esta vez a través de su hijo, Alejandro Ismael Murat Hinojosa, quien hoy aspira a ser Candidato Presidencial, sin importar que tenga que entregar al partido que aún lo arropa, o lo que que queda de él. Porque de seguir esa ruta, el Revolucionario Institucional se encaminaría a desaparecer o en el mejor de los casos, sobrevivir como rémora del Movimiento de Regeneración Nacional.
Tampoco le importa que todas sus Cuentas Públicas hayan sido rechazadas por incompletas, inconsistentes o incoherentes, porque si algo es evidente es el saqueo desmedido de recursos públicos, la inexistencia de obras de infraestructura o programas de impacto social que justifiquen los miles de millones que según Alejandro Murat, se han “invertido” en beneficio de las familias oaxaqueñas.
Las denuncias por la contratación de empresas fantasma para justificar compras simuladas y desviar millones de pesos, el despojo de bienes inmobiliarios, la desaparición de identidades y hasta la “muerte” de cientos de comuneros para despojarlos de miles de hectáreas, todo ello con la aparente (o evidente) complicidad de funcionarios de Alejandro Murat; han sido constante durante los casi seis años de otra funesta gestión muratista.
Y a pesar de haber contado con más de 1,800 millones de pesos para “limpiar” su imagen y simular un cambio en Oaxaca, comprando medios de comunicación nacionales y sometiendo a los locales, tarde o temprano la realidad supera al imaginario del gobernador originario del Estado de México, entidad a la que destinó miles de millones de pesos en contratos con empresas constructoras, consultorías fiscales y hasta empresas de medios convertidas en emporios, todas ellas vinculadas a priistas y sobre todo, a miembros del famoso grupo Atlacomulco, al que pertenece su familia política.
La cual se ha convertido en la moneda de cambio que el mayor de los Murat ha empleado para buscar garantizar impunidad ante la llamada Cuarta Transformación, asegurando que después de entregar Oaxaca sigue el Estado de México, el mayor bastión priista, que junto a Coahuila deberán renovar el poder Ejecutivo el próximo año, en la antesala a la elección presidencial del 2024, en la que Alejandro Murat confía podrá participar para ayudar a que Morena mantenga el dominio político del país.
O quizás ese sea el costo a pagar por mantener la impunidad ante el robo de los recursos públicos de los oaxaqueños, cifra que podría superar los 25 mil millones de pesos al año, según varios periodistas locales. O tal vez sea el precio por olvidar las más de 700 mujeres asesinadas durante su gobierno, o el 98% de impunidad que se vive en la entidad, sobre todo en homicidios dolosos, crimen que aumentó considerablemente en las ochos regiones del estado, siendo activistas y comunicadores, unas de las principales víctimas. Tal vez sea para olvidar los cientos de conflictos sociales que provocaron decenas de muertos en los últimos años. Resultado tanto de la inoperancia de los tres niveles de gobierno, como de intereses económicos de cacicazgos locales, la mayoría respaldados por aliados del aún gobernante.
Los errores de Alejandro Murat son muchos más que cualquiera de sus aciertos, si es que realmente existe alguno, pero aún así, la historia parece repetirse y otro grupo de seudo servidores públicos se van enriquecidos mientras dejan un estado en el olvido, en la marginación y en el abandono, confiados que quienes llegan les brindarán impunidad, aunque tengan que sacrificar a uno que otro “fiel amigo”.
Todo con tal de que López Obrador les permita refugiarse bajo su manto protector, que lo mismo da guarida a corruptos y delincuentes electorales, que a pederastas, posibles homicidas o hasta narcotraficantes.